La leyenda de Luisito Ferrer: ¿Gritos y apariciones en la Calle Santiago? - Imagen de referencia generada con IA. |
La leyenda de Luisito Ferrer.
La mañana del sábado 18 de febrero de 1764, amaneció como cualquier mañana al este de la isla de La Palma, el sol salía tras el majestuoso Teide de manera silenciosa pero digno de observar pues el rojizo del cielo relajaba la vista a quienes levantados desde primera hora observaban el horizonte.
Aquella mañana, Raimundo Ferrer y su esposa decidieron engalanarse y proceder a dar un paseo hasta el puerto, lugar donde los comerciantes llegados desde el norte y el sur de la isla instalaban sus puestos con productos frescos y artesanos en la plaza frontal del castillo de San Miguel del Puerto.
El matrimonio Ferrer vivía en el número 45 de la Calle Santiago, actual Anselmo Pérez de Brito junto a su hijo Luisito de nueve años de edad y su ama de llaves Teresa Sanfiel de 17 años de edad y recogida de la casa cuna ocho años antes.
Sobre las 11:00 de la mañana, el matrimonio dejó a cargo de Teresa a su hijo Luis como solía ser tradición de familias pudientes de entonces.
Nada sospechaba que Teresa cargando la cocinilla de carbón con el fin de preparar el almuerzo dejara el registro abierto ocasionando un incendio en la parte inferior de la vivienda.
Rápidamente el fuego pasó al salón continuo a la cocina quemando el cortinaje de lino azul que cubría los ventanales.
La vivienda, fabricada totalmente de madera de TEA y que contaba con dos plantas más un cuarto superior donde Luis tenía su cuarto fue rápidamente atraída por las llamas.
Tarde fue la actuación de Teresa cuando descubrió que no podía acceder al cuarto de Luis y este fue engullido por la llamas.
Las campanas de El Salvador tocaron alarma a la población como solía ser costumbre en estos casos, pero por mucha labor que hicieron los vecinos con el fin de socavar las llamaradas nada hizo posible salvar la casa ni a Luisito.
Cuentan los viejos sabios que el cuerpo de Luisito, nunca apareció y que desde entonces vaga por la vivienda gritando por Teresa.
Nada hay datado sobre este suceso en ninguna crónica oficial, este relato ha transcurrido de padres a hijos, pero lo que sí es cierto que propietarios y arrendatarios de los locales inferiores suelen escuchar gritos pueriles incluso en la actualidad, otros han visto su rostro asomado en los ventanales superiores o manos reflejadas en las paredes en forma de humedad.
Autor: Fernando Rodríguez Sanchez.
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